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Hace 60 años, el 5 de mayo de 1965, falleció el fundador del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, Alberto Ried Silva. Seis décadas se cumplen de la partida física de quien gestara el nacimiento de la Institución, por lo demás, escritor, escultor, hombre público, y colaborador de medios de prensa, un intelectual dedicado al desarrollo bomberil chileno.
Este 5 del cinco del 2025, el CBÑ le rinde homenaje a su gestor y a su legado.
Se trata de una vida multifacética y activa la de Ried Silva, lo que hace enaltecer aún más su obra y desempeño en el Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, y trazar un ejemplo en cuanto al aporte inmenso que pueden hacer a la Institución quienes viajan por la vida en los vagones del servicio público, la cultura, el desarrollo de ideas y el auténtico compromiso con la comunidad.
Alberto Ried Silva tomó la iniciativa de fundar la entidad bomberil en Ñuñoa después de un siniestro cercano a su casa- la que llamaban “Millaray”-, por las actuales avenidas Exequiel Fernández y José Domingo Cañas, y la demora natural en llegar de los Carros del Cuerpo de Bomberos de Santiago, alejados de esas zonas del oriente de la capital. Era el 24 de abril de 1933 y ante el siniestro y sus circunstancias, Ried dijo que “un pensamiento pertinaz iluminó mi cerebro”: crear el Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa.
Desde ese mes trabajó en la idea y se apoyó en destacados vecinos ñuñoinos, como el alcalde Joaquín Santa Cruz Ossa, y Oficiales y Voluntarios del Cuerpo de Bomberos de Santiago. Contó Ried Silva, que fue a conversar el proyecto con el Comandante del CBS, Alfredo Santa María Sánchez, quien de inmediato le dijo: “Estas cosas se hacen en el acto; cuenta conmigo incondicionalmente”. El 27 de mayo de 1933, en una sala de la Posta 4 de la Asistencia Pública, Ried logró reunir a un grupo de vecinos ñuñoinos y se produjo la fundación del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa. El destacado intelectual fue electo como el primer Comandante del CBÑ, cargo que desempeñó con eficacia y compromiso.
Recordarlo a 60 años de su fallecimiento, es recordar todo el aporte que hizo al desarrollo institucional, la consecución de Cuarteles y Carros, la estructuración organizativa y la instalación de las normas disciplinarias y de atención de emergencias, así como el enaltecer la función de Bomberos.
Hay una imagen que conmueve, la de Alberto Ried Silva sentado en la Sala de Sesiones de la Segunda Compañía donde se velaban los cuerpos de los Mártires Sylvio Guerrero Mutinelli y Jorge Batiste Aleu.
La dinámica de vida del fundador de la Institución se puede conocer al echar un vistazo a lo más destacado de su trayectoria en los 80 años que llegó a cumplir.
Nacido en Santiago, el 22 de febrero de 1885, hijo de Gustavo Ried Canciano, fundador de la Quinta Compañía de Bomberos de Santiago, “Bomba Arturo Prat”, y de Irene Rosa Silva Palma, tuvo dos matrimonios: con Angelina Matte Hurtado y luego con Balbina Miranda. Su abuelo, don Aquidas Ried, fue promotor de la fundación de la Primera Compañía de Bomberos de Valparaíso.
Estudió en el Liceo de Aplicación y la enseñanza superior en la Universidad de Chile, en la carrera de Química Industrial, y posteriormente pintura y escultura en la Escuela de Bellas Artes donde tuvo destacados maestros como Pedro Lira. Ingresó a la Quinta Compañía del CBS a inicio del siglo XX.
Una anécdota de su vertiginosa vida se produjo cuando siendo Bombero Voluntario se le detectó un trastorno cardíaco, lo que le creó dificultades para permanecer en esa actividad. Pero persistió e incluso buscó la manera de integrarse al Regimiento de Infantería de Buin, del cual, a final de cuentas, fue rechazado por su condición cardíaca. Él diría de ese episodio: “Al parecer, estaba escrito que no debía yo aprender a matar a mis prójimos, ni entonces ni ahora ni nunca”. Tuvo larga y fructífera vida.
Fue autor de varios libros, entre ellos, “El llamado del fuego”, “El hombre que anda”, “XXI meditaciones”, “Hirundo” y “El mar trajo mi sangre”. En 1930 recibió el Premio Atenea. Fue miembro fundador de la Asociación Folclórica Chilena, creada en 1943, junto a destacados intelectuales como Oreste Plath, Andrés Sabella, Benedicto Chuaqui y Sady Zañartu. Miembro destacado del grupo Los Diez, integrado por prestigiados escritores, artistas, arquitectos y músicos, de gran incidencia en el espacio cultural chileno entre 1914 y 1924.
Por mandato del Presidente Arturo Alessandri, fue Cónsul de Chile en Burdeos, Francia, entre 1921 y 1923. Ejerció como corresponsal en Estados Unidos del diario “La Nación” y dibujó caricaturas para la revista “Sucesos” de Valparaíso.
De su iniciativa fue instalar en los faldeos del Cerro Santa Lucía una piedra esculpida con parte de la carta que Pedro de Valdivia le envío al rey Carlos V sobre el territorio chileno que descubría. Gestionó la construcción del Mausoleo de los Artistas y gracias a sus innumerables campañas, la estatua “Al Dolor” del artista Carrere Belleuse fue trasladada a la plazuela externa del Cementerio General por Avenida La Paz, rindiendo un merecido reconocimiento a las víctimas del Incendio del Templo de la Compañía, siniestro del Siglo XIX que marcó la fundación del Cuerpo de Bomberos de Santiago.
Fueron muchas décadas en que Alberto Ried Silva escribió, esculpió, creó, participó de la vida pública y entregó cientos de días al crecimiento del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, al desarrollo institucional y a su acondicionamiento para combatir Incendios y ayudar a la comunidad. Sus palabras severas y sabias resuenan en estos tiempos contemporáneos: “No pueden ser buenos bomberos los que todo lo critican y nada aportan ni construyen…Son buenos bomberos ( ) los que acatan las órdenes e ideas emanadas de quienes han sabido apreciar muy de cerca, en carnes propias y con todo su rigor, los afanes y riesgos inherentes a nuestra profesión”.
Promisorias fueron sus palabras cuando le indicó a su señora esposa, Balbina Miranda, que el Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa “con el correr del tiempo, prestará incalculables servicios a la población”.
En la piedra de la Primera Compañía del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa de la que fue Bombero Voluntario hasta los últimos días de su vida, legó:
“Derroché mi dinero y riqueza espiritual porque me dijo el tiempo que este enorme silencio tenía que llegar”

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